Los detalles ocultos en el ataúd del Papa Francisco que nadie esperaba

Las imágenes del Papa Francisco reposando en su ataúd no solo marcaron el fin de una era en la Iglesia Católica, sino que también dejaron entrever los valores que guiaron toda su vida: humildad, sencillez y cercanía al pueblo. Cada objeto colocado cuidadosamente junto a él no fue elegido al azar, sino que transmite un poderoso mensaje sobre el tipo de legado que quiso dejar.

El fallecimiento del pontífice argentino, ocurrido a los 88 años, sacudió al mundo. Tras haber enfrentado complicaciones de salud, incluyendo una neumonía persistente y un derrame cerebral que derivó en un fallo cardíaco irreversible, el Papa partió en paz en el Vaticano. Pero lo que más ha dado que hablar no es la causa de su muerte, sino la manera en que decidió despedirse del mundo: con gestos profundamente simbólicos y alejados de los lujos habituales en la jerarquía eclesiástica.

Las primeras imágenes divulgadas por el Vaticano muestran al Papa Francisco en su último descanso, vistiendo una túnica roja, color tradicional que representa el martirio y la entrega total. Entre sus manos reposa un rosario, símbolo inseparable de su fe y devoción. También fueron incluidos en el ataúd su mitra (el tradicional sombrero papal), su báculo (el bastón que representa su guía pastoral) y un conjunto de monedas conmemorativas acuñadas durante su pontificado, una costumbre que representa los años al frente de la Iglesia.

Otro elemento de profundo significado es el llamado rogito, un documento sellado que resume los momentos más relevantes de su vida y su servicio como Vicario de Cristo. Este papel se conserva dentro del ataúd como testimonio oficial de su paso por la historia.

No podía faltar el anillo del pescador, emblema único del papado, que fue simbólicamente destruido antes del entierro. Esta práctica no solo representa el fin del pontificado, sino que también impide el uso indebido del anillo, que en otros tiempos servía como sello personal del Papa para documentos oficiales.

Más allá de los objetos, lo que realmente sorprendió fue la estructura del ataúd. Lejos de los elaborados féretros triples usados en pontificados anteriores (fabricados en ciprés, plomo y roble), Francisco eligió un sencillo ataúd de madera con revestimiento interior de zinc. Esta decisión habla por sí sola: coherente con su filosofía de vida, incluso en la muerte evitó los excesos y optó por un símbolo de modestia.

Además, rompió con otro protocolo histórico. En lugar de ser velado sobre un catafalco elevado en la Basílica de San Pedro, como es tradición, su cuerpo será expuesto en un nivel cercano al suelo, al alcance de la gente común, acompañado del cirio pascual, símbolo de la luz eterna y la esperanza cristiana.

Y si algo confirma su voluntad de innovar incluso en el final, es el lugar de su entierro. Por primera vez en más de un siglo, un Papa no descansará en las grutas vaticanas. Francisco pidió ser sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor, ubicada en el barrio romano del Esquilino, un templo con el que tuvo una profunda conexión espiritual desde sus primeros días en Roma.

El funeral ha sido programado para el sábado 26 de abril a las 10 de la mañana en la Plaza de San Pedro, presidido por autoridades eclesiásticas y líderes de todo el mundo. Desde el miércoles anterior, el cuerpo será velado en San Pedro, y al ser llevado, será acompañado por el canto de la Letanía de los Santos, encabezado por el camarlengo, actualmente el cardenal Kevin Joseph Farrell, designado por el mismo Francisco en 2019.

Cada elección, desde su ataúd hasta su lugar de sepultura, refleja una visión clara: el liderazgo no necesita adornos, y el verdadero poder radica en la coherencia entre lo que se predica y lo que se vive. Incluso en su despedida, el Papa Francisco eligió hablarle al mundo con gestos simples pero poderosos.

Su legado vivirá no solo en libros de historia o encíclicas, sino en el ejemplo tangible de una vida que, hasta el último instante, fue fiel a sus convicciones. Y en un mundo acostumbrado al espectáculo, su decisión de partir con sobriedad y fe se vuelve más impactante que cualquier ceremonia grandiosa.

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